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IRÁN: UN CINE EN LA ENCRUCIJADA
25º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata - 2010
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IRÁN: UN CINE EN LA ENCRUCIJADA |
Occidente siempre ha sabido encontrar sus “fantasmas” para reafirmar los propios valores, cuestionados una y otra vez en la medida en que las sucesivas generaciones comprueban las contradicciones que expresan. Las promesas de “libertad, igualdad y fraternidad” han quedado finalmente enterradas en las desigualdades estructurales que sostienen el status quo globalizado. No obstante siguen agitándose como bandera toda vez que se necesita demostrar cuán afortunados somos los ciudadanos que vivimos en esta parte del mundo. Ayer el “peligro rojo”, hoy el “fundamentalismo islámico”.
A pesar de que el relato de la historia del cine ha estado dominado por las tendencias marcadas por el cine europeo y norteamericano, la producción del cine iraní se ha constituido en estos últimos años en un hito insoslayable al momento de reseñar el panorama del cine contemporáneo, por la fuerza de sus historias y originalidad narrativa en la que se respira un aire documental aún en la pura ficción.
Se suele considerar al cine un espejo de la sociedad, es decir, que en él se puede ver un reflejo de su realidad, y en el que cada uno podrá reconocerse. Más bien, el cine nos devuelve lo que una sociedad se permite representar y considera representable. O en qué términos es capaz de tratar con su realidad, brindando una posible imagen de sí misma, en la que indefectiblemente habrá siempre una ausencia o una falta.
El cine iraní se desarrolla dentro de una dicotomía que atraviesa a la propia sociedad y que se inicia con un acontecimiento extraordinario en el mapa mundial: la Revolución islámica de 1979 y la consecuente constitución de un Estado islámico a través de una revolución popular, la República Islámica de Irán. En ella coexisten, por un lado, los derechos del pueblo, y por el otro, los derechos clericales de origen divino. Soberanía y voluntad del pueblo, frente a la charia* y la autoridad basada en la voluntad divina. Desde entonces se plantea una lucha tendiente a resolver quién prevalece en esta dualidad. Al período de avance en la soberanía popular y el pluralismo político, a partir del triunfo de Mohammad Jatami en 1997, que despertara esperanzas en amplias capas de la población, le siguió la frustración por el agotamiento de esta experiencia. Esto dio lugar en el 2005 al triunfo de Mahmud Ahmadineyad quien desde entonces lleva adelante una política ultraconservadora.
Esta política se traduce en el ámbito cinematográfico en las dificultades que tienen los directores independientes para llevar adelante sus proyectos. Estos sufren de grandes controles en la producción y exhibición de sus films, censura (en ocasiones autocensura), exhibiciones acotadas, trabas a los directores para representar al país en el exterior, falta de difusión en los medios y del debido reconocimiento. Por otra parte existe un gran estímulo económico y de difusión de los films que pregonan las ideas que sustenta el gobierno promocionando a los directores afines. En este punto cabe preguntarse si realmente existen en el mundo espacios o lugares libres de censura, ya sea esta abierta o encubierta. O ámbitos en los que no esté condicionado el apoyo oficial por la afinidad al sistema, y mediado por su burocracia.
El cine iraní se encontraría entonces en la dualidad de generar un cine con capacidad propagandística -de baja calidad-, y la consecuente censura que provoca, pues sólo promueve aquello que interesa al régimen, y, por otro, la apertura al exterior, que recoge elogios de la crítica internacional, exponiendo en muchos casos una realidad social compleja y angustiante.
Como vemos en otras cinematografías denominadas ‘periféricas’, la búsqueda del apoyo de Occidente implica en muchos casos la pérdida de la identidad propia a favor de una fórmula estética al gusto del mercado occidental. Este es también el riesgo que puede implicar para los directores iraníes que se ven segregados o perseguidos por el actual gobierno, decididos incluso a abandonar su propio país, el buscar este respaldo recurriendo a las coproducciones y desarrollando en consecuencia otros relatos que podrían alejarlos del contacto con ‘su realidad’.
El desafío para ellos es evitar entonces el filtro del colonialismo selectivo de Occidente. Para nosotros, como espectadores, consiste en alejar los prejuicios y saber ver las tensiones que se agitan en sus historias y formas narrativas, las que nos abren las puertas a una sociedad mayormente joven, atravesada tanto por factores religiosos como por la realidad tecnológica de la postmodernidad.
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* Ley Sagrada del islamismo |
redacción y programación: Ernesto Flomenbaum
Pastora
Campos |
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